Y ya llega la nochebuena. Época de felicidad para los más chicos, próximos a recibir los regalos de Papá Noél... Época de recuerdos para los "nosotros" que ya tenemos varias navidades encima. Y sí... es el tiempo de recordar a los que están y, aunque sea duro, a los que ya no están. ¡Qué increíble! Les voy a contar un secreto para que deje de ser secreto: a mí, las fiestas de fin de año me huelen a pólvora de cohetes, a petardo, a cañitas voladoras... A niñez... mi niñez. Me huelen a abuelos, tíos y primos. Me huelen a mi hermano. Al juguete deseado, a ilusión, al pesebre armado pieza a pieza, a las lucecitas del árbol, a nueces y a turrón... Me huelen a Papá y a Mamá... Me huelen a hijos que están lejos... Me huelen a reunión y también a soledad. Me huelen a vida.
Este año, en mi arbolito, además de los habituales regalos familiares, habrá un regalito sin nombre, tan importante como los otros, pero sin nombre escrito en el envoltorio. Y el mismo 25 de diciembre por la noche, o tal vez el 26, sé que habré de encontrar a alguien, a algún necesitado más necesitado que yo material y espiritualmente, y se lo voy a regalar en nombre del niñito Dios. Cosas de la edad tal vez.
Que el Señor los bendiga y pasen todos Ustedes la más linda de las navidades, llenas de amor, de paz y de felicidad.
Los quiero mucho.
Ricardo Trinjaus
P.D.: Gracias a todos por los buenos deseos que he recibido para estas fiestas a través de este Blog y a través de los e-mails.
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