jueves, 29 de octubre de 2009

LAS HISTORIAS DE DON RICARDO ARTURO

Y sigo con las historias de mi Papá. Los quiero mucho a todos.
Ricardo Trinjaus
 

NUESTRO SUPER BARRILETE

En esa época, era muy común fabricarse cada uno su barrilete, y era un orgullo notar como los otros chicos admiraban los tamaños y colores con diferentes combinaciones y formas, pues estaban desde el hexagonal, quizás el más fácil de hacer, hasta los llamados granadas, medias granadas, etc.  Un día pusimos manos a la obra para hacer uno. Entre los materiales que se empleaban estaba el papel finito y semitransparente de colores. En cuanto al blanco, era del que envolvían el pan o la factura y que entonces no llevaban propaganda alguna. Se lo compraba al panadero por alguna monedita, o a veces, lo regalaba. Nunca habíamos fabricado un barrilete así; era de aproximadamente un metro de diámetro  y las cañas con que se hizo eran de las llamadas de tacuara, o sea que son más resistentes que la caña común. La forma de media granada, es decir, la parte de arriba terminada en puntas y la de abajo redonda. Los hermosos flecos que le adornaban tenían como treinta centímetros de largo y la cola se hizo, como siempre, con tiras de género viejo proveniente de una sábana blanca. Estábamos en las fiestas mayas y por lo tanto nuestro barrilete era celeste y blanco. Pero lo que considerábamos muy importante era el piolín, que tenía que ser resistente, por la fuerza que tenía que soportar en el aire semejante artefacto. Después de recorrer varios negocios, conseguimos hilo llamado "de chanchero" , que era especial para nuestro cometido.  Dio la casualidad que ya estaba por oscurecer el día que terminamos el barrilete y justo a esa hora comenzó a soplar un viento lo bastante fuerte, que nos entusiasmó para probar enseguida dicha "gran obra". En la esquina de casa había un galpón de una fábrica que tenía el techo mucho más alto que el resto de las casas que nos rodeaban. Para llegar allí, nos subimos primero al techo de la casa de al lado que estaba deshabitada, y luego con una escalera llegamos al techo que habíamos elegido, pues desde esa altura se evitaba que el barrilete se enredara en los hilos de la luz de la calle, sogas de tender ropa, etc.  Una vez llegados a dicho lugar, no precisamos hacer ningún esfuerzo para que el barrilete subiera, ya que el viento fuerte se encargó de elevarlo enseguida. Con gran alegría largamos todo el hilo y allá en la distancia se lo veía muy chiquito. Pero al poco rato se vino la noche y apenas si veíamos a nuestro querido cometa.  ¡Qué problema se nos plateó!  Por un lado nuestra familia, que nos llamaban a cenar enseguida sino podría haber palizas,  y por el otro, nos daba miedo bajar el barrilete, pensando que con la noche cerrada no lo veíamos y al recogerlo podría caer mal y quedar enredado en algún árbol o poste de luz. La solución nos la dieron unos vecinos que pasaban por la vereda, abajo, pues hablando entre ellos comentaban que el viento duraría toda la noche. Fue la salvación a nuestras preocupaciones, Quito, ató el hilo a un caño de ventilación que allí había y ligerito bajamos, antes que la bronca en casa pasara a mayores. Calladitos la boca cenamos y luego nos fuimos a dormir, pensando en nuestro querido barrilete que allí, remontado, iba a pasar la noche, haciéndonos todas las ideas y conjeturas que era lógico imaginar, de lo que podría suceder.  Por supuesto, a la otra mañana en que nos despertamos muy tempranito, lo primero que hicimos fue ir a ver qué había pasado con nuestro cometa y  ¡oh… felicidad!  Allí estaba, serenito en el cielo porque, gracias a Dios, el viento duró toda la noche y se mantuvo en el aire.  Todo el día quedó remontado y a la tardecita lo bajamos, sin problemas. Para mí que batió el record. Tendríamos que haberlo llevado a un museo, ¿no es cierto?  .-

Ricardo Arturo

 


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6 comentarios:

daniel kritz dijo...

Simplemente precioso, sino los publicas vos , los plagio!! y los publico yo!!!!

toni dijo...

Que bueno Ricky !!!
Parece que estuviera hablando de nuestra infancia.
El barrilete que más recuerdo era uno en forma de romboide, con los colores de Boca, por supuesto con caña tacuara e hilo chanchero.
El medio granada (creo que le decíamos "medio mundo") era espectacular, se veían pocos y menos de ese tamaño.
"aflojale que colea"
Algunos chicos le ataban una hojita de afeitar a la cola del barrilete, para cortar el hilo de otros barriletes, que maldad !!!
Un gran abrazo y gracias por provocar tan lindos recuerdos.

Anónimo dijo...

Que bueno Ricardo!!, cada uno de estos comentarios tienen la particularidad de remontarnos a nuestra épocas de pibes,la brecha generacional no era tan grande como la que existe ahora.Aquí en Mardel cada tanto hacen barrileteadas, he visto algunas, los que sobresalen son los que hacen los adultos de nuestra edad para sus nietos, los otros son muy sofisticados, la mayoría hechos de plasticos. En mi epoca,lo que me resultaba mas difícil era hacer los tiros,mi hermano era el especialista.Para remontar tirábamos el ovillo de hilo por arriba de algun cable(telefonico)y luego corríamos tirando del ovillo.
Seguí publicando estas memorias son caricias para el alma.Victor Widmann

daniel kritz dijo...

Alguien leyó:"Cometas en el cielo"
de Khaled Hosseini ? o vio la película?
El cuento, salvando las distancias, parece un pedacito del libro.

Jorge Luchia dijo...

Yo también he disfrutado en mi niñez de los barriletes, obviamente de los caseros, armados con los papeles de colores ya mencionados y caña; era importante contar con un cuchillo afilado (no existían los cuters) para cortar la caña en varillas, que debían ser suficientemente finas para que pesaran poco, pero a su vez resistentes, todo requería de su ciencia. Para pegar, nada de plasticola ni boligomas ... engrudo, "cola" casera a base de harina y agua, luego a esperar que seque ... que impaciencia !!.
Hablaron de las maldades de la gillette, yo no era de esos, pero si recuerdo "la cartita" que consistía en una hoja, con algún mensaje o simplemente en blanco, que se agujereaba en el centro, se la hacia pasar por el palito (ya vacío) donde se enrollaba el hilo y a la vez servía de manija, y luego el viento la iba empujando a lo largo del hilo hasta llegar al barrilete, allá en lo alto del cielo. ¡Que lindo recuerdo!

Un abrazo para todos.
Jorge Luchia

Ricardo Vonte dijo...

Jorge: Tu descripción acerca de la costrucción y luego del uso del barrilete, con el envío de cartitas inclusive, es absolutamente concordante con mis recuerdos de infancia. Desde luego que era mi viejo quien los hacía y nos ayudaba a remontarlos. También él me comentaba, como lo hizo Toni, el asunto de la gillette en la punta de la cola, cosa que desde luego nunca hemos hecho. Y esa expresión, "aflojale que colea", aún la escucho en mi mente. Yo vivía en ese entonces en Villa Bosch y en la esquina de casa había un terreno baldío donde los remontábamos y cuando se nos cortaba el piolín, preguntábamos en todas las casas probables, si allí había caído nuestro barrilete. Bien dice Víctor que la brecha generacional entre nuestros padres y nosotros no fue tan grande. Sin embargo hay otros juegos, plasmados en otros relatos del "viejo Ricardo Arturo", al que nunca hemos jugado ni mi hermano ni yo. Ya subiré esas otras historias. Gracias por los comentarios que no tienen desperdicio y son tan interesantes como las historias. Saludos a todos.
Trinjaus