jueves, 22 de octubre de 2009

LAS HISTORIAS DE DON RICARDO ARTURO

Aquí va otra de las historias de mi viejo. Los quiero mucho a todos.

Ricardo Trinjaus

 

"MANIJADOR DE TRANVÍAS"

 

Desde chico, siempre fui admirador de esos coches de pasajeros que los ingleses llamaban "tranways" cuya traducción al castellano es tranvía y tuvieron su mayor gloria en nuestro país en las décadas anteriores al '50. Por lo tanto y para situar nuestros recuerdos, diremos que en 1930 eran los tranvías, los transportes que más cantidad de pasajeros llevaban. Amplios, cómodos, aireados, con ventanillas grandes y asientos para dos personas de cada lado del pasillo, no sólo transportaban una buena cantidad de viajeros, sino también que en la plataforma delantera, al lado del conductor o "motorman" como se los llamaba, podía llevar algunos bultos, cajones, canastas o tantas otras cosas, sin pagar boleto adicional; pero sí, se debía tener alguna atención (llámese propina) con el motorman quien, celosamente, cuidaba los objetos que se le confiaban. Los tranvías, que originariamente eran arrastrados por caballos (Buenos Aires los conoció), fueron luego electrificados, y andaban sobre rieles de acero con pestaña. La electricidad para su motor provenía: para el polo positivo, por un cable aéreo que ingresaba al coche por intermedio del "troley", que era una barra de acero colocada en el techo y que tenía adosada una ruedita que corría por dicho cable; y el negativo que era enviado por los mismos rieles. Era muy importante también, el salvavidas, que estaba situado bajo la ventana del conductor y que éste podría accionar con una palanca para que cayera al pavimento y salvar así la vida de algún peatón desprevenido. Los tranvías cubrían el recorrido de todos los barrios de Buenos Aires, llegando algunos hasta Avellaneda, cruzando el Riachuelo por puentes especiales. En Villa Urquiza pasaban varias líneas de tranvías, entre ellas y por la calle Triunvirato, la N° 7 que llegaba hasta la calle Reconquista, en Plaza de Mayo; la 15 que nos llevaba a Plaza Italia y la 90, a Constitución. Por supuesto, el viaje que nosotros, los chicos de la barra queríamos hacer, era con el 15, porque con él llegábamos a los Jardines de Palermo, los Rosedales, el Jardín Zoológico y a las avenidas donde se realizaban los desfiles militares. También nos entusiasmaba viajar en el 15 porque antes de llegar a Palermo, tomaba por la calle Soler, en la cual tenía que subir un puente (por abajo pasaba el ferrocarril) y nos encantaba ver como el tranvía debía tomar velocidad para poder subirlo y fueron muchas las veces que el coche se detenía en medio de la cuesta, se deslizaba para abajo y tenía que repetir la maniobra, ya que la subida era bastante vertical. Allí se veía la pericia del Motorman, que ayudaba al tranvía a morder bien los rieles, palanqueando un depósito de arena, que el coche llevaba para tal fin.  Otro de los recuerdos que tenemos de esas líneas de tranvías era que como pasaban por Chacarita, para el día en que se memoraban los Santos y Difuntos, se le acoplaba a los tranvías un coche descubierto con bancos largos, para que las señoras pudieran viajar con toda comodidad, llevando los grandes ramos de flores. ¡Como nos divertíamos también con estos acoplados! pues mientras el guarda quería cobrarnos el boleto, nosotros lo eludíamos escapándonos para el otro lado del coche o nos bajábamos de uno de los costados que solamente tenía estribos y cuando paraba nos subíamos por el otro lado. Al final, le ganábamos por cansancio. Estos acoplados circularon muy poco tiempo. De todas maneras los tranvías influyeron tanto en nuestro ánimo que en casa, que tenía bastante fondo, jugábamos en una especie de pista que hacíamos en la tierra. Los tranvías eran cepillos viejos de sacudir la ropa o el calzado y con maderas fabricábamos estaciones, donde se guardaban los coches o vías que subían y bajaban como en la calle Soler. Lo más importante de este juego era seguir estrictamente las huellas que, como vías, quedaban marcadas en la tierra. Nos pasábamos las horas jugando así. No era de extrañar que cuando alguien me preguntaba que quería ser cuando fuera grande, yo contestaba "manijador de tranvías". Lamentablemente el destino, o mis padres, dispusieron otra cosa para cuando fui grande pero, aún hoy, ya abuelo y jubilado, me gustaría ser: "manijador de tranvías"…

 

Ricardo Arturo



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6 comentarios:

daniel kritz dijo...

Sigo insistiendo en que los publiques.....

Anónimo dijo...

Hola Ricky:
La verdad es que me emocionan los relatos de tu padre.Por su manera sencilla de contarlos, por la ingenuidad de los pibes en esa época, por los recuerdos que me trae; Yo tomaba el tranvía desde la casa de mi Oma, que vivía en Nuñez, uno que iba por Cabildo.
No se cuantos relatos tenés de tu papá, pero si son así, es probable que te los tomen en alguna editorial y como bien te sugiere Daniel K, tal vez deberías pensar en editarlos. Son realmente buenos!!
Un beso
Angélica

Daniel Geoghegan dijo...

Ricardo,
Ya lo lei 3 veces..., es que me transporta a esa epoca!
Creo que tanto Daniel Kritz como Angelica, tienen razon en sugerirte que publiques las historias, pero es que YA las estas publicando al ponerlas en el blog!, no quisiera que alguien se pase de vivo y te las afane.
Pero por otro lado, no quisiera que te detengas...
Un gran abrazo,
Danny

Ricardo Vonte dijo...

Créanme chicos que las palabras de ustedes no dejan de emocionarme. Pienso en "el viejo" y haciéndome eco de los comentarios se me escapan algunas lagrimitas. Cuando papá aún no se había jubilado, siempre me decía: -Cuando me jubile voy a fumar en pipa y voy a escribir un libro- Nunca había fumado, cosa de la cual se vanagloriaba. En la primer pitada que dió a una pipa, ya jubilado, casi muere de un ataque de tos. Y el libro jamás lo escribió... o sí... y tal vez haya sido éste... Unas cuantas historias cortitas a modo de cuentos. En sus años de jubilado, se dedicó también a armar el árbol genealógico de nuestra familia. Desde mil ciento y algo, pasando por las Cruzadas, buscando en antiguos libros alemanes hasta nuestro escudo de armas, pasando también por la historia de Don Ehrenfried Walther von Tschirnhaus, inventor de la porcelana al menos en Europa, historia esta que ahora ya se puede leer en Wikipedia, hasta llegar hasta nuestros días. Tronco por tronco, ramita por ramita y hoja por hoja logró componer gran parte de ese árbol genealógico.
Mi único interés al publicar estas historias, es que sean leídas. Son la vívida imagen de una época fantasmalmente existente en el recuerdo. Y más allá de sus apreciadas opiniones de componer y editar un libro con ellas, y aún corriendo el riesgo del afano intelectual, yo soy muy feliz de poder publicarlas en este Blog que tanto quiero, sencillamente en homenaje a su memoria. Ustedes ya saben que ni bien las publico, aparecen también en el Hermano Mayor Google, y nunca sabremos hasta que confines llegan y cuanta gente puede leerlas. No conté la cantidad de historias, pero no son muchas. Y las seguiré publicando mientras haya un lector aunque sea anónimo, que vibre con ellas y sienta esa pequeña sensación de placer al descubrir en cada una, ese cachito de Buenos Aires perdido en el tiempo. Claro que también cabe la posibilidad de que ustedes, mis amigos y compañeros, en algún momento me digan... basta. Y será entonces el final de estas publicaciones. Al igual que ustedes, también yo me sorprendo al transcribirlas y las vivo como si fueran mis propios recuerdos. Un día de éstos, les voy a contar que extraña cosa me sucedió ni bien subí al Blog la primera de ellas. Hoy... hoy ya es tarde y mañana habrá que madrugar...
Como siempre les digo, los quiero mucho a todos.
Ricardo Trinjaus

Horacio dijo...

Ricardo,
Creo que un poco todos las sentimos como propias, la diferencia de "cosas" y vivencias que existían entre nuestros padres y nosotros no eran importantes, todos viajamos en tranvía, sacamos cosas del empedrado o la calle de tierra, jugamos con un cochecito de plástico en lugar de uno de madera pero coche al fin, o sea, aprendimos a jugar al igual que nuestros padres con los mismos entretenimientos, mientras que ahora estamos aprendiendo a jugar con los juguetes de nuestros hijos, lo cual me parece también genial.
Seguí cumpliéndole el sueño del libro a Don Ricardo que ya tiene lectores asegurados.
Un Abrazo, Horacio N.

toni dijo...

Muy lindas palabras Ricky, se nota la genética.
Los cuentos de tu papá (al que tuve el gusto de conocer)son sencillamente fantásticos. Nos tocan muy de cerca, tanto por los temas como su forma de narrarlos.
Como dijo Horacio N, tenés lectores asegurados.
La publicación en un blog es tal vez la nueva forma de escribir un libro.
Un abrazo y esperamos la próxima entrega.