Ricardo Trinjaus
LOS CARROS DE LA QUINTA
Esta historia puede ser encarada de dos formas: primero, como travesura infantil, ya que nos ocurrió precisamente en nuestra infancia, o para dar una idea de cómo se vivía durante la crisis del '30. Vayamos al grano. Ya nos ubicamos en el barrio y en la calle en que vivíamos al contar la historia de las monedas viajeras. A las tardecitas de todos los días, venían desde las quintas que estaban en los alrededores de la Capital, los carros cargados con las verduras cuyo destino era el Mercado de Abasto, situado en Corrientes y Agüero. La calle Pampa era para muchos de esos carros, una de las que les permitían ir más directo a dicho mercado, tomando por Triunvirato y luego Corrientes. Entre la variedad de verduras que llevaban, había rabanitos, hinojos (que nosotros lo llamábamos finucho) y unas soberbias zanahorias, que de sólo pensar en ellas, aún hoy se nos hace agua la boca. Los carros que eran de dos ruedas, iban tirados por caballos. Es decir, cada carro con su caballo y el conductor en el pescante. La carga iba cuidadosamente tapada con lonas impermeables, no sólo para evitar que se mojara en caso de lluvia, sino también que "manos desconocidas" se llevasen lo que no les pertenecía. La barra, al principio, no se había percatado del preciado "tesoro" que dichos carros transportaban. Pero sucedió una tarde que uno de los chicos, Isidoro, comentó que una vecina le había pedido a su mamá si tenía un hueso para hacer un caldo, pues ella no podía comprarlo ya que no le quedaba dinero, a raíz del despido del esposo de la fábrica en que trabajaba, uno de los tantos casos, por la situación económica que imperaba en ese entonces en todo el país. Y mirando uno de los carros "quinteros" que en ese momento pasaba dijo: -¡Y pensar que allí llevan cualquier cantidad de verduras con la que podrían hacer una buena sopa!- Escuchar esto y cambiar entre todos unas miradas de complicidad y comprensión por lo que íbamos a hacer fue todo uno. Chiquito, que era el más decidido, fue el primero que se acercó al carro por la parte de atrás, muy despacito para que el carrero no lo viera. Afortunadamente fue favorecido en su acción, debido a que la mercadería que transportaba llegaba a gran altura detrás de donde estaba sentado el conductor, ya que mirando para atrás no lo podía ver. Isidoro lo fue a ayudar y mientras uno levantaba la lona, el otro arrancaba de los atados que venían estibados, diferentes verduras. Así se reunieron con algunas hortalizas que iban poniendo en los bolsillos y gorras. Todo este "calote" fue realizado en el tiempo que el carro recorrió media cuadra, antes de llegar a la esquina de Triunvirato que, por ser más concurrida, podría dar lugar a que alguien le avisara al que guiaba el carro. Un minuto después volvieron ambos y nos mostraron el producto de su "cosecha". Había choclos, zanahorias, perejil, apio, zapallitos y otras hortalizas. Sin tardar más tiempo, Isidoro fue a la casa de Doña María, la que esa mañana apenas si pudo hacer un caldo y le entregó la apetecida carga. La buena mujer, por supuesto, inquirió el origen de la misma, pero Isidoro, siempre tan diplomático, le dijo que era una contribución de todos los vecinos en general, sin dar nombres. Y mientras pensamos que por lo menos esa noche y el medio día siguiente comerían en casa de Doña María, nosotros saboreamos también, unos rabanitos grandes y fresquitos que nos había dejado Chiquito. Pero la historia no termina allí. Las mamás se enteraron de lo que había pasado y nos prohibieron se vuelva a hurtar nuevamente algún carro de la quinta, porque era un delito y que patatín y que patatán. El problema de la familia que se había quedado sin medios, mientras el padre conseguía algún trabajo, fue solucionado por Doña Juana, quien fue pidiendo la contribución diaria en todo el barrio y como dice el refrán: "no sólo de pan vive el hombre" también se reunieron ropas y otros elementos que permitieron pasar el mal trance en la casa de Doña María. Fueron tiempos duros y de ese entonces proviene aquella famosa frase: "Dice mi mamá si le presta el hueso para hacer la sopa".-
Ricardo Arturo
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6 comentarios:
Aqui esto me recuerda historias de mi viejo:
Que como buen hijo de inmigrantes se crio en los conventillos de al lado del Abasto en una familia de 8 hijos.
Era tanta la mishiadura que el hueso de la sopa prestado tenia hasta un nombre: "el gustazo", y en las cocinitas de los inquilinatos , pasaba de olla en olla...hasta creo que tenia un hilo atado para facilitar el sacarlo y ponerlo...
Este relato pone de manifiesto "El Barrio" y la solidaridad. La solidaridad creo que aún existe. El argentino es solidario, pero el barrio ese que se vivía puertas afuera, que se salia con la sillita a tomar mate en la vereda y se hablaba con los vecinos de la cuadra? Ese creo que no existe más. A mi vecina de pared por medio, si la veo cada 2 meses, es mucho. Además siempre de casualidad. Si me tengo que comunicar hoy día con un vecino es por mail, o mensajito.
Muy lindo!! Cómo los anteriores...
Besos
Angélica
De los relatos de Don Ricardo Arturo no tengo nada que agregar a lo ya dicho por mis compañeros, solo voy a decir que me produce placer leerlos y rescatan de mi memoria su figura; recuerdo, por mi amistad con Trinjaus, haber compartido varias veces la mesa familiar, una mesa de las de antes, donde el estar juntos era un valor y donde la charla era parte importante del ritual.
Trinjaus ... No dejes de publicarlos !!! .
Un abrazo.
Jorge Luchia
Otro gran relato Ricky.
Que estilo tan simple y agradable !!!
Con que facilidad "vemos" lo que estamos leyendo.
Un abrazo y seguí publicando.
Gracias chicos en nombre de Don Ricardo Arturo. Tal vez sea ésta una forma de cumplir con él: haciendo público lo que siempre quiso; sus recuerdos, sus historias, parte de su vida. Yo no soy más que el medio para las publicaciones y este querido Blog la gran posibilidad de hacerlo. Yo me emociono con los comentarios de ustedes y a veces temo ser tedioso con estas publicaciones, pero bue... no son tantas en defitiva y trataré de continuar con ellas. Saludos para todos. Los quiero mucho.
Trinjaus
Es una mezcla de historia, aventura y cuento, redactando con todos los detalles los pasajes de su vida, y me hace reflexionar, porque Doña María no murió; lamentablemente hay más de mil millones de personas que están en la situación de Doña María, según una estadística que escuche en un noticiero esta semana.
Muy lindo Ricardo…
Un abrazo,
Danny
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