miércoles, 16 de septiembre de 2009

"No hay mal que por bien no venga". FINAL

 

Este episodio sucedió dos ó tres veces seguidas, por lo cual decidí no ir más a la cantina.

En el tiempo libre del mediodía, comencé a salir de la escuela. Comía cualquier cosa, lo que me alcanzara para comprarme con mi escaso dinero. Luego caminaba. Caminar es un decir, la palabra correcta sería: exploraba.

Era una hora y media ó dos, en las cuales era libre, podía hacer lo que quisiera sin rendir cuentas a nadie.

A veces me compraba un helado en la heladería Venecia, lo iba comiendo por Cabildo. Paraba en la vidriera de la Librería América y me regodeaba viendo las cosas hermosas que estaban expuestas allí. Alguna vez subía hasta la planta alta, dedicada a librería artística.

Al lado había una antigua Tabaquería que exhibía  pipas de  todas  clases. También tenían tabacos en latas, lapiceras etc. Luego venía el correo, no el actual, sino  un hermoso edificio con pisos de madera. Así, seguía paso a paso explorando todo cuanto encontraba. La pizzería, (ya no recuerdo su nombre). Pasaba por el cine, enfrente había otro. Leía los afiches de las películas... Llegaba a la plaza con su iglesia redonda, allí veía a muchos de mis compañeros, en plan de levante, con las chicas del normal.

Volvía a Cabildo y en la esquina con Juramento, había un bar muy elegante, tampoco  recuerdo el nombre,  pero me impresionaba verlo desde afuera; las mesitas donde se tomaba café estaban rodeadas de asientos que parecían silloncitos; con respaldo de cuero y apoya-brazos. Todo muy fino y elegante...

Cruzando, estaba la galería con escalera en forma de caracol. En ella, iba a un barcito muy chiquito y pedía: un café con crema (ojo, cuando hacía eso no tomaba el helado, era una u otra cosa) El mozo observó que iba seguido. Empezó a poner en el cafecito, un gran copo de crema. A veces era más crema que café.

También iba a la tienda "Los Andes".  Aparte de pararme en cada puesto y revisar todo sin comprar nada, en el fondo había un pequeñísimo bar que vendía sandwiches. Muchas veces compraba allí mi almuerzo.

Descubrí las hermosas casonas que había en esa época, por toda la zona de Belgrano. Calles arboladas con Tipas, Plátanos, etc . Elegía, una calle por vez para recorrer.

Me iba caminando por Virrey del Pino hasta las Barrancas de Belgrano, allí nuevamente encontraba pequeños grupos de compañeros en plan de levante. Subía por La Pampa, pasaba por la Biblioteca Popular de Belgrano, por supuesto entraba. Luego me asocié y podía sacar libros en préstamo o bien, me quedaba a leer en la sala de lectura.

Si elegía caminar para el otro lado, o sea para Cabildo y Monroe, estaba la "Tienda de los Mil Saldos". Se podía revolver todas las telas y por supuesto no comprar nada. Luego iba a la pizzería Burgio, único lugar que aún existe, y comía una riquísima porción de Muzza y Faina, de parada.

 

Me gustaban tanto esos paseos,  que se me pasaba la hora y cuando volvía a la escuela tenía que correr para no llegar tarde.

Por  todo  lo que cuento, digo: "No hay mal que por bien no venga". Si nadie me hubiese gritado "!!Colada!!" en la fila de la cantina, me hubiera perdido todo lo que disfruté de esos solitarios paseos.

Besos

Angélica

4 comentarios:

Ricardo Vonte dijo...

Como siempre Ang, una hermosa historia. Supongo que la tabaquería a la que hacés referencia era la famosa "LUPIAS". De cada uno de esos lugares que mencionaste, seguramente todos tenemos alguna historia. A veces pienso que aún hay tanto para contar...
Beso.
Trinjaus

daniel kritz dijo...

Y no pasabas por la fabrica de Cabsha ?? con ese olor que te mataba?

Ricardo Vonte dijo...

Dani: ¿Dónde estaba la fábrica Cabsha que no lo recuerdo para nada? Abrazo.
Trinjaus

toni dijo...

Ang. tu hermosa historia me hizo acordar un tango
"Barrio de Belgrano, caserón de tejas,
¿dónde está el aljibe, dónde están tus patios,
dónde están tus rejas...?
Volverás al piano, mi hermanita vieja,
y en las melodías
vivirán los días
claros del hogar..."

Un abrazo y gracias por los recuerdos.