PRECEDIENDO LOS PASOS DE ANGÉLICA

Durante muchos años de nuestra vida, desde cuando mis hijos eran pequeños (ya hace más de 30 años), y como le contaba a Daniel Kritz en algún comentario, cuando nuestra economía comenzó a permitirlo, nuestro lugar de vaciones fue Santa Clara del Mar. Por aquel entonces, Santa Clara nos brindaba la tranquilidad necesaria para disfrutar de sus playas con los niños pequeños y la diversión de la gran ciudad a escasos 17 kilómetros, es decir Mar del Plata. Y así conocimos Camet, Santa Elena, Mar de Cobos, Mar Chiquita y sus ahora casi inexitentes cangrejales, y demás poblaciones aledañas. Y tanto marcan, fundamentalmente en los chicos los momentos de paz y felicidad, que en su visita a La Argentina en enero de 2008, luego de sus estadas en el Caribe, México, Alemania y España por más de dos  años, sorpresivamente para nosotros nos pidieron pasar unos quince días en familia ...¿dónde?... en Santa Clara del Mar. Y así fue que desde el 15 al 30 de enero de 2008 los Trinjaus nos fuimos a vacacionar a ese entrañable lugar. La paz y la felicidad de otrora ya no era tal en Santa Clara. Indudablemente había crecido bastante y si bien conservaba su aspecto de pueblo siempre en costrucción, como sucede con toda población que florece a la sombra de una gran ciudad (Mar del Plata en este caso), también había crecido en los males típicos de la época. Y fue así entonces que al tercer día de llegados, los cacos se encargaron de desvalijarnos la casita que habíamos alquilado. En el hecho, entre tantas otras cosas, se llevaron un par de máquinas fotográficas y con ellas muchísimas fotos en estado latente en el interior de las mismas.
Ustedes se preguntarán que tiene que ver toda esta extensa y aburrida perorata con Angélica... Pués en realidad nada. Sólo que sus fotos me recordaron el lugar y nuestro amor hacia esas tierras. Sólo algunas fotos se conservaron en una máquina que los delincuentes no encontraron porque la teníamos encima, es decir con nosotros y no en la casa. La foto que ilustra este spot, esa extraña foto, me resultó sumamente interesante. Es un poste totalmente tapizado en caracoles que se halla precisamente en ese pequeño paraíso entre Santa Clara y el Mar de Cobos, el de las pintorescas casitas de colores brillantes y llamativos de la foto publicada por Ang. El lugar es relativamente nuevo, consecuencia de la expasión del pueblo más allá de sus confines. Cuando se ingresa a Santa Clara por su calle principal llamada Acapulco y se la recorre hasta el final, se atraviesa un arroyo ahora entubado que desemboca en el mar, y llegamos entonces a ese lugar  de las casitas de colores. Las playas de esa zona son aún bastante agrestes, con grandes piedras y acantilados. Entre esas casitas hay una, que funciona como casa de té y eventual restaurante. A la hora del té se puede disfrutar de exquisita repostería alemana y europea. La capacidad de la misma en cuanto a la cantidad de mesas en mínima, sólo cinco o seis mesas y en temporada veraniega hay que solicitar reservas con quince días de anticipación. Tal vez Angélica, fuera de temporada, haya podido disfrutar de este lugar. Yo hablo por boca de otros, dado que en esos quince días jamás logré un turnito.
Bueno... no los aburro más. La idea en definitiva era mostrar esa fotito del impactante, al menos para mí, poste de caracoles. Ya lo hice. Cuando vuelva a Santa Clara, intentaré recordar donde se encuentra exactamente el poste para ver si aún mantiene su tapiz caracoloso, porque eso no lo he visto en ningún otro lado.
Los quiero mucho a todos.
Ricardo Trinjaus 

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