Había una vez, un viajero que recorría ciudades, pueblos, caseríos...
Un día, después de caminar mucho, llegó muy cansado a un pueblo muy pequeño. Las casas eran modestas; de una sola planta, con tejado, jardín adelante, quinta y gallinero atrás. Sus habitantes se conocían muy bien entre si.
El buen hombre estaba cansado y hambriento. Desde la noche anterior no probaba bocado y hacía mucho frio.
Rápidamente divisó la plaza del pueblo. Dijo a la gente que allí se encontraba:
- ¡Tengo un hambre terrible! Quisiera una buena sopa, me muero por una rica sopa.
- Quiere sopa – empezaron a decir los ancianos que tomaban sol.
- Quiere sopa – repetían las mujeres mientras vigilaban a los niños, en sus juegos.
- Pagaré un peso por cada burbujita que encuentre en un plato de sopa – ofreció el viajero. Los lugareños, sorprendidos se miraban entre sí.
- ¿Un beso?- preguntó un viejito sordo y de barba blanca, que jugaba a las bochas.
- No, no – respondió su compañero. Dijo un peso.
- Si señores, pagaré un peso por cada burbuja de sopa – repetía el viajero.
- Esto es increíble – decían las ancianas. Va a pagar un peso por cada burbuja de sopa
Un día, después de caminar mucho, llegó muy cansado a un pueblo muy pequeño. Las casas eran modestas; de una sola planta, con tejado, jardín adelante, quinta y gallinero atrás. Sus habitantes se conocían muy bien entre si.
El buen hombre estaba cansado y hambriento. Desde la noche anterior no probaba bocado y hacía mucho frio.
Rápidamente divisó la plaza del pueblo. Dijo a la gente que allí se encontraba:
- ¡Tengo un hambre terrible! Quisiera una buena sopa, me muero por una rica sopa.
- Quiere sopa – empezaron a decir los ancianos que tomaban sol.
- Quiere sopa – repetían las mujeres mientras vigilaban a los niños, en sus juegos.
- Pagaré un peso por cada burbujita que encuentre en un plato de sopa – ofreció el viajero. Los lugareños, sorprendidos se miraban entre sí.
- ¿Un beso?- preguntó un viejito sordo y de barba blanca, que jugaba a las bochas.
- No, no – respondió su compañero. Dijo un peso.
- Si señores, pagaré un peso por cada burbuja de sopa – repetía el viajero.
- Esto es increíble – decían las ancianas. Va a pagar un peso por cada burbuja de sopa
!!Increíble!!
¿Saben de alguien que pueda hacerla? - Pregunta el viajero, mirando a todos.
- ¡Yo!, ¡Yo! – ofrece Doña Etelvina. Una dulce anciana de pelo blanquísimo.
- Señor, le puedo a preparar la mejor sopa que usted haya probado en su vida-
- ¡Excelente!, estimada señora - responde
- Venga Usted a mi casa dentro de una hora. Es fácil encontrarla, está al final de la calle y es la única que tiene portal rojo.
- Muy bien. Allí estaré – anunció el viajero.
La buena mujer corrió a su casa, se puso su mejor delantal blanco.
Fue al gallinero, miró a sus gallinas y eligió la más gordita: la bataraza. Sin pensarlo dos veces, la degolló, la peló y limpió.
Luego fue a la quinta, seleccionó las mejores hortalizas y verduras. !Este año se habían dado tan bien!...
Finalmente, colocó una gran olla con agua al fuego y echó todo adentro. Por la chimenea comenzaba a salir un humito...
- ¡Humm... que olorcito tan rico!
Los vecinos, olfateaban el aire y comentaban:
- Doña Etelvina está haciendo "su sopa"...
- ¿Quién se está poniendo la ropa?- Preguntó el viejo sordo.
- Nadie Don Pancho, dijimos sopa, sopa...
El viajero se encamina a la calle principal y mira los portales.
- ¿Portal verde? No. ¿Portal azul? Tampoco. ¿Portal rojo? Si, rojo. Este es.
¡Toc! ¡Toc! Golpeó sobre el portón con sus nudillos.
- Pase. Pase Usted caballero – le dijo gentilmente la anciana.
Doña Etelvina, había preparado una mesa hermosa. Había colocado un bonito mantel, sus mejores cubiertos y un florero con flores de su jardín.
El viajero estaba sentado a la mesa, cuando Doña Etelvina entró con una sopera humeante. La colocó en el centro y le sirvió un abundante plato de sopa al invitado.
Pero, ¡¡OOhh!! La sopa, tenía una única burbuja gigante que cubría todo el plato.
- Coma, coma por favor – dijo la anciana. No la deje enfriar...
- Exquisita Señora. ¡Muy rica! - decía el viajero, mientras se relamía de gusto.
Cuando terminó, le dijo::
- Aquí tiene su pago tal cual lo arreglamos: un peso.
- ¿¿Pero cómo?? – preguntó muy sorprendida la Señora. !!Esto vale mucho más que un peso!!
- Mi querida Señora - respondió tranquilo el viajero. El arreglo fue: "Un peso por cada burbuja que encontrara en el plato de sopa" y solo había una. !Arreglos son Arreglos!
Refunfuñando Doña Etelvina, tomó la moneda y la guardó en su bolsillo.
Pasó el tiempo. Bastante tiempo... y un día el viajero, volvió a pasar por el pueblo. Recordando la rica sopa que había comido, volvió a la casa del portal rojo.
Salió Doña Etelvina que estaba más anciana y su pelo era aún más blanco.
Nuevamente el viajero repitió la propuesta:
- Una sopa y pago por cada burbuja un peso. ¿Vuelvo en una hora? – preguntó.
- No, enseguida va a estar – dijo Doña Etelvina. Pase y tome asiento.
Fué muy tranquila a la cocina, calentó agua y le agregó un buen chorro de aceite.
Cuando llevó el plato a la mesa, en este se observaban muchas, pero muchas burbujitas.
El viajero la probó y dijo:
- !!Pero esta sopa es horrible!!
- ¿En serio?... Pero Usted me tiene que pagar un peso por cada burbuja - dijo pícara, Doña Etelvina. “Arreglos son arreglos”. Así que comience a contar las burbujas.
El viajero pagó sin protestar la sopa más fea que había comido en su vida y también, la más cara.
¿Saben de alguien que pueda hacerla? - Pregunta el viajero, mirando a todos.
- ¡Yo!, ¡Yo! – ofrece Doña Etelvina. Una dulce anciana de pelo blanquísimo.
- Señor, le puedo a preparar la mejor sopa que usted haya probado en su vida-
- ¡Excelente!, estimada señora - responde
- Venga Usted a mi casa dentro de una hora. Es fácil encontrarla, está al final de la calle y es la única que tiene portal rojo.
- Muy bien. Allí estaré – anunció el viajero.
La buena mujer corrió a su casa, se puso su mejor delantal blanco.
Fue al gallinero, miró a sus gallinas y eligió la más gordita: la bataraza. Sin pensarlo dos veces, la degolló, la peló y limpió.
Luego fue a la quinta, seleccionó las mejores hortalizas y verduras. !Este año se habían dado tan bien!...
Finalmente, colocó una gran olla con agua al fuego y echó todo adentro. Por la chimenea comenzaba a salir un humito...
- ¡Humm... que olorcito tan rico!
Los vecinos, olfateaban el aire y comentaban:
- Doña Etelvina está haciendo "su sopa"...
- ¿Quién se está poniendo la ropa?- Preguntó el viejo sordo.
- Nadie Don Pancho, dijimos sopa, sopa...
El viajero se encamina a la calle principal y mira los portales.
- ¿Portal verde? No. ¿Portal azul? Tampoco. ¿Portal rojo? Si, rojo. Este es.
¡Toc! ¡Toc! Golpeó sobre el portón con sus nudillos.
- Pase. Pase Usted caballero – le dijo gentilmente la anciana.
Doña Etelvina, había preparado una mesa hermosa. Había colocado un bonito mantel, sus mejores cubiertos y un florero con flores de su jardín.
El viajero estaba sentado a la mesa, cuando Doña Etelvina entró con una sopera humeante. La colocó en el centro y le sirvió un abundante plato de sopa al invitado.
Pero, ¡¡OOhh!! La sopa, tenía una única burbuja gigante que cubría todo el plato.
- Coma, coma por favor – dijo la anciana. No la deje enfriar...
- Exquisita Señora. ¡Muy rica! - decía el viajero, mientras se relamía de gusto.
Cuando terminó, le dijo::
- Aquí tiene su pago tal cual lo arreglamos: un peso.
- ¿¿Pero cómo?? – preguntó muy sorprendida la Señora. !!Esto vale mucho más que un peso!!
- Mi querida Señora - respondió tranquilo el viajero. El arreglo fue: "Un peso por cada burbuja que encontrara en el plato de sopa" y solo había una. !Arreglos son Arreglos!
Refunfuñando Doña Etelvina, tomó la moneda y la guardó en su bolsillo.
Pasó el tiempo. Bastante tiempo... y un día el viajero, volvió a pasar por el pueblo. Recordando la rica sopa que había comido, volvió a la casa del portal rojo.
Salió Doña Etelvina que estaba más anciana y su pelo era aún más blanco.
Nuevamente el viajero repitió la propuesta:
- Una sopa y pago por cada burbuja un peso. ¿Vuelvo en una hora? – preguntó.
- No, enseguida va a estar – dijo Doña Etelvina. Pase y tome asiento.
Fué muy tranquila a la cocina, calentó agua y le agregó un buen chorro de aceite.
Cuando llevó el plato a la mesa, en este se observaban muchas, pero muchas burbujitas.
El viajero la probó y dijo:
- !!Pero esta sopa es horrible!!
- ¿En serio?... Pero Usted me tiene que pagar un peso por cada burbuja - dijo pícara, Doña Etelvina. “Arreglos son arreglos”. Así que comience a contar las burbujas.
El viajero pagó sin protestar la sopa más fea que había comido en su vida y también, la más cara.
Angélica S.
4 comentarios:
Lo escribí el año pasado para un curso de narrativa. Pero la idea básica no se de donde viene, (contar las burbujas de un plato de sopa). La saqué de una tradición europea muy antigua. Capaz tiene algo que ver con el relato de Daniel, de la sopa de piedras... la verdad que no lo se.
Tampoco se si a este relato hay que encontrarle una moraleja, porque la viejita, bastante vengativa ella.
Bs.
Ang.
Angélica, BUENÍSIMO ! ! !
Gracias a ambos!!
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