El cuarto de huéspedes
El cuarto de huéspedes
Aquellos inolvidables días en la casa de mis abuelos eran como viajar al ª
País de las maravillas, solo faltaba el "Sombrero loco" sirviendo el
te.
Estaba ubicada en General Belgrano, un pueblo
cercano a Bs. As, solo 162 Km .
pero lejos para trabajar todos los días .Alquilándola el abuelo evitó
levantarse todos los días a las 4 de la mañana para ir a atender a sus
clientes. ¡Y sus nietos ganamos un edén de aventuras!
Nosotros, chicos de la ciudad, acostumbrados a
departamentos de dos dormitorios, sala y comedor, llegábamos a la casona con la
hilera de piezas en galería, el infaltable jardín y un montón de recovecos para
investigar.
En el principio fue la gran casa de un
estanciero que ocupaba toda una esquina. Luego, a su muerte, fue dividida en
dos partes. Una la alquiló Don Vicente, el sastre de la esquina y la otra mi
abuelo.
Tenía un gran galpón en el fondo con un coche herrumbrado
de los años veinte y otras maravillas que el estanciero había dejado. En su
entrada había un altillo de tablas podridas, al que subíamos por una escalera
bamboleante a buscar tesoros escondidos. Al lado había un gallinero y debajo
del comedor, un sótano misterioso, al que nos atrevimos solamente a atisbar un
poquito con la linterna del abuelo. Levantábamos unos pocos centímetros la
puerta en el piso como si se tratara de la entrada al mismísimo Averno.
En el reino de mi abuela, había una cocina de
hierro de esas alimentadas a leña, que aún conservaba cenizas de su antiguo uso.
Nos daba la sensación de que Búfalo Bill podría entrar por la puerta en
cualquier momento. La "moderna" funcionaba con querosén, la heladera con
hielo y por las tardes mi abuelo sintonizaba el noticiero y los Peres García en
una radio enorme tipo capilla.
Afuera, al lado del perejil, había un aparato
misterioso, la bomba, que traía agua desde las profundidades y en el fondo de
la casa un gran tanque de agua de lluvia con el que mi bisabuela, la "Bobe
Leie", se lavaba el cabello de su eterno rodete abierto en una mata gris
de un metro y medio.
Pero uno de los lugares mas misteriosos era el cuarto de huéspedes.
En ese cuarto nunca me gustó estar solo, tenía una cama de matrimonio,
dos camas de una plaza y el objeto de mis terrores… " El cuadro":
Un retrato de alguien que ni siquiera era pariente de la familia, sería
algún pariente del estanciero. Solo entrar al cuarto y este sujeto te clavaba
una mirada penetrante. No importaba hacia adonde uno se moviese que la mirada
siempre te perseguía, de frente, independientemente del ángulo que lo mirases.
Inclusive de espaldas se sentía el ardor de sus ojos en la nuca.
Ahí dormían algunos de los mis tíos y tres o cuatro primos, repartidos
en las otras camas. Nunca íbamos a dormir solos, siempre esperábamos a alguno
de los mayores, no sea que el pariente del estanciero bajara del cuadro y nos
llevara a no se donde.
Gracias a dios al apagar la luz, se apagaba también la penetrante mirada.
En las frías noches de invierno mi abuelo llevaba una estufa a presión de
querosén, la única que tenía, de pieza en pieza para calentarlas un poco. Éramos
muy compinches con mi abuelo y por eso me dejaba acompañarlo en ese menester de
caldear un poco las habitaciones.
Una noche nos acercamos al mencionado cuarto, mi abuelo con la estufa encendida,
enorme, bufando con el ruido de las llamas azules de sus seis velas.
Yo le seguía con la botella de querosén para agregar por si hacía falta.
-¡[2]Ingale, "queride",
abrí la puerta y prendé la luz!
Mientras me mi abuelo esperaba cargado, sudando tanto por el peso como
por el calor que irradiaba su carga. Me negué rotundamente.
-¡No, Seide, yo solo ahí... no
entro...y menos a prender la luz!
El Seide dejó la estufa en suelo y me preguntó:
-¿Y porque... se "poide" saber?
-¡Por que está "ese hombre", Seide! Le dije refriéndome al
ñato del cuadro.
-¡Pero estás [3]meshiguene,
ingale... no entró nadie! Me dijo mi
abuelito volviendo a levantar la estufa, cada vez mas pesada para un abuelo.
-¡El tipo del cuadro, seide... te mira fijo, te agarra con los ojos y no
te suelta!
-¡[4]Oy,
vey...lo único que falta!-Mi abuelo volvió a dejar la estufa en el suelo, me
pidió la botella y le agregó combustible, mientras tanto me preguntó:
-¿[5]Nu...que
tiene si mira...? ¡No es de [6]fleish,
es un cuadre! –El Seide volvió a levantar la estufa y a pedirme: ¡[7]Veiz
mir...Ingale...entrá, y prende la luz que estoy que reviento...!
Ahí tome coraje, y le dije aprovechando mi ventaja de que el seide ya no
daba más:
-Seide, yo entro...prendo la luz... ¡Pero solo si me prometés algo!
Mi abuelo, que realmente ya estaba cansado del ejercicio "estufalario"
preguntó:
-¿Y se "poide" saber que "algo"?-Triunfante le dije:
-¡Que sacas ese cuadro, lo tiras a la basura o lo regalás, el asunto es que no nos mire mas con esos ojos
terribles...!- El Seide me miró con esa cara bonachona que tenía, volvió a
poner la estufa en el suelo...entró a la pieza...prendió la luz... subió a la
cama...descolgó el cuadro y se lo puso debajo el brazo. Después me llamó con
estas palabras:
El Seide volvió a salir, levantó la estufa, la entró y le dio unas
cuantas bombeadas para que caliente mas. Y para que yo me sienta bien me dejo también
a mí que bombease un poco...
El cuadro nunca mas lo volví a ver, en su lugar el seide puso una hoja
de los [10]Almanaques
de Alpargatas de Molina Campos con la imagen de un gaucho "jetudo",
montando un caballo bravo.
Daniel Kritz, Beer Sheva, 7 de febrero de 2012
ªPaís de las maravillas:
Referencia al libro Alicia en el Pais de las maravillas de Lewis Carrol. El
sombrero loco
es uno de sus personajes principales.
[10] Almanaques de
Alpargatas: Famosos almanaques de propaganda de la firma Alpargatas ilustrados por
Florencio Molina Campos en los años 30 del sigloXX.
4 comentarios:
Muy bueno tu relato Daniel,me trae a la memoria recuerdos de la infancia cuando íbamos con mi familia a una quinta que tenía mi tío en Ituzaingo.Practicamente no existía corriente electrica, nos alumbrábamos con los "Sol de Noche", esos faroles que eran a kerosene, a presión y que se les ponía una "camisa" no se que material, que al encenderse daba un muy buena luz, con el inconveniente de la fragilidad de la misma una vez apagada.En ese lugar ví por primera un sapo vivo, que me impresionó a tal punto que salí disparado a contarle a mi viejo.También recuerdo, que en la cocina, no había gas natural, se cocinaba con carbón, en unas mesadas de baldosas coloradas y unas hornallas donde se colocaba el material combustible, y al frente tenía cada una, una tronera para la entrada de aire y una pantalla de madera terciada para tirar aire y avivar la llama. En otra entrada trataré de contar lo que ocurría por las noches.
Gracias Daniel, por los recuerdos.
Un fuerte abrazo .
Víctor
Como siempre Daniel K es un placer leer tus cuentos; una hermosa pintura de épocas pasadas plagada de pequeñas experiencia que todos hemos vivido, si no todas al menos algunas de ellas. Me encantó el diálogo con el "Seide", pude imaginar esa escena de una familia judía, poco conocida para los que no lo somos, y hasta "oir" el acento inconfundibles de los inmigrantes que nunca terminan de adaptarse al idioma del lugar. Muy bueno.
Un abrazo.
Jorge Luchia
Buenisimo Daniel, muy atrapante la trama, porque como acotaron los muchachos, no dejan de aparecer en nuestro pensamientos, recuerdos de aquellos años de nuestra niñez. Abrazossss.
Gracias...esto da fuerzas para seguir escribiendo...que aunque no lo crean tiene su esfuerzo..
en el taller de escritura que voy, a veces me dan con un palo!
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